El otro día me encontré en un dilema serio: estaba en la playa, con ganas de una copa de vino. Nada más. Pero no había restaurantes frente al mar que sirvieran vino, no había traído conmigo ni una botella, y tampoco se me antojaba comprar una entera solo para una copa.
A veces, cuando caes en situaciones así, da gusto vivir en esta época. Porque existen soluciones para problemas tan específicos como este. ¿Mi solución? Me acerqué a la tienda especializada en vinos más cercana (SAYULITA WINES & CO.) y encontré una pequeña y peculiar lata.
Mi primera reacción fue escéptica: pensé que sería otra bebida sabor a vino muy commercial, algo dulce, gasificado, comercial. Pero no. Esta lata contenía exactamente una copa de vino, fría y lista para disfrutarse.
No voy a decir que fue el mejor vino del mundo, ni que merece 100 puntos y 25 mil medallas de oro chapeado inoxidable. Pero tampoco fue un vino de mala calidad. Al contrario: me sorprendió.
¿Qué encontré dentro de la lata?
Problema resuelto. Pero lo interesante vino después.
Algunos profesionales y entusiastas del vino aún están atados a prejuicios: que, si el vino tiene taparrosca, ya es de menor calidad. Que, si usa corcho sintético, no vale. Que, si la etiqueta no es clásica, es vino muy modificado. Entonces, ¿qué dirán cuando vean un vino en lata?, ¿sentirán que ya es el fin del mundo?
Me da gusto saber que Lechuza se está atreviendo a romper moldes. Porque a veces estás en una playa soleada, y lo que se antoja… puede venir en una lata.
Hazte un favor y prueba esta bebida, sabemos que no es para reemplazar tu botella favorita, sino para descubrir que el vino también puede ser práctico, refrescante y sorprendentemente bueno. Y quién sabe… tal vez esta lata te salve el día como me lo salvó a mí.
Esta reseña no es patrocinada